Un Recorrido de Invierno por los Alpes Austriacos

Una espectacular combinación de paisajes alpinos y un patrimonio cultural han hecho del Tirol austriaco uno de los destinos más bellos de Centroeuropa. Y la mejor manera de descubrirlo es siguiendo el valle del río Inn desde la ciudad de Innsbruck hasta Kufstein.

Innsbruck, la capital tirolesa, seduce de inmediato con una sorprendente mezcla de estilos que nos adentra en su compleja historia. Ciudad favorita de varios emperadores, se transformó en la referencia de la dinastía de los Habsburgo durante varias generaciones. Y ahí está esa colección de deslumbrantes palacios e iglesias para demostrarlo. Comenzando por el Maximilianeum –el nombre le viene de Maximiliano I, abuelo de Carlos I de España y V del Sacro Imperio Germánico–, que llama la atención por su techo dorado o Goldenes Dachl, convertido en un símbolo de la ciudad. Para luego seguir por el barroco Palacio Imperial o Hofburg y la Catedral, dedicada a Santiago, y culminando el recorrido en la espléndida Hofkirche, la iglesia donde se guarda el monumental cenotafio dedicado al emperador Maximiliano I (1459-1519).

Sus máximas atracciones, sin embargo, no se concentran únicamente en el casco histórico. Un poco más al sur, aunque sin perder de vista el centro histórico medieval de Innsbruck, llegamos a Bergisel donde reina la vertiginosa pista de saltos de esquí que Zaha Hadid diseñó en 2002. Esta arquitecta de origen iraquí ha firmado otras obras en el entorno de la capital tirolesa, incluidas las estaciones del teleférico que sube a las montañas de Hungerburg.

Basta con alejarse unos kilómetros de la ciudad para descubrir hasta qué punto el Tirol abrazó de lleno el Renacimiento en el castillo de Ambras. Este palacio, sin duda una de las joyas monumentales de Austria, muestra la vinculación de los Habsburgo con España a través de la Sala Española, de 43 metros de largo y habilitada durante el reinado de Fernando II de Habsburgo (1578-1637). Muy cerca de Ambras, en la basílica de San Lorenzo de Wilten, podemos ver cómo el barroco más imaginativo triunfaría más tarde en esta parte de Europa.

Para conocer el verdadero Tirol debemos salir de Innsbruck y seguir el valle del río Inn. Antes, sin embargo, merece la pena desviarse 23 kilómetros al oeste para visitar Seefeld, un precioso pueblo que se ha transformado en la puerta al mayor dominio esquiable de la zona y donde ya se han celebrado tres Juegos Olímpicos en 1964, 1976 y 2012. Hacia el sur se abre el valle de Brenner, que encajado entre altísimas montañas conduce a Bolzano, ese otro Tirol que desde 1918 forma parte de Italia.

Una vez en el cauce del río Inn, el primer punto de atención es la población de Volders, a solo 12 kilómetros de la capital. Además de un lago de origen glaciar, posee los castillos de Friedberg y Aschach y la iglesia barroca dedicada a San Carlos Borromeo, aunque la atracción más popular desde hace unos años es el Centro Swarowski, donde se muestra el proceso de tallado de los cristales que han hecho famosa esta firma.

Schwaz, 15 kilómetros más adelante, nos invita a conocer la ciudad de los Fugger o Fúcares de Almagro, una familia de banqueros que sirvió a varios emperadores entre los siglos XV y XVI. Los Fugger amasaron una gran fortuna gracias a las minas de plata que se explotaban en los montes cercanos a Schwaz, que por entonces llegó a ser la ciudad más importante del Imperio después de Viena.

El monumento más notorio de la comarca es la abadía barroca de Fiecht, aunque tiene que competir con el misterioso monasterio de Sankt Goergenberg que, encajado en una boscosa garganta, atrae a miles de peregrinos desde su reconstrucción en el siglo XVIII. Y todavía en ese mismo entorno es imposible pasar de largo ante el castillo de Tratzberg, otra de las joyas del patrimonio tirolés. Solo por contemplar los frescos renacentistas que decoran su patio interior ya vale la pena llegar hasta él. La zona, por otra parte, está situada en las estribaciones de la cordillera de Karwendel que da nombre a uno de los parques naturales más valiosos de Centroeuropa por su extensión (más de 900 km2), pues continúa al otro lado de la frontera alemana, en la región de Baviera.

Antes de seguir camino, vale la pena desviarse hacia Achensee, el mayor lago del Tirol –9 km de longitud– y uno de sus rincones más hermosos en cualquier época del año. Para contemplar el espectáculo en toda su magnificencia es recomendable hacer una parada en la localidad de Pertisau.

De vuelta en el valle del Inn y justo antes de adentrarse en Alemania, el río Inn atraviesa la minimetrópolis de Kufstein, la segunda ciudad del Tirol. Lo primero que llama la atenció es el Festnung, una fortaleza del siglo XIII erigida sobre un saliente rocoso a 90 metros de altura. Desde el mirador de la Kaiserturm, su torre más alta, se distingue el trazado medieval del casco antiguo y el puntiagudo campanario de la iglesia de San Vito.

Wildschönau es quizás la zona donde mejor se ha preservado la cultura tirolesa. Aquí se encuentra el pueblo de Kitzbühel, una de las estaciones de esquí más exclusivas de Europa. Al no haber sufrido destrozos durante la Segunda Guerra Mundial, Kitzbühel conserva todo su carácter medieval. Su fama apenas parece haber alterado un ritmo de vida sosegado, ni la costumbre de muchos habitantes de vestir a diario el traje regional. Además sus restaurantes cocinan delicias alpinas, como los schlutzknappen, una especie de raviolis rellenos de carne o de espinacas.

Antes de alcanzar el final de la ruta nos esperan más paisajes de postal en torno a las localidades de Söll, Ellman y, especialmente, St. Joahnn in Tirol. Este famoso centro de deportes de invierno presume de un casco histórico repleto de edificios barrocos con frescos en las fachadas y en el interior de las iglesias. La riqueza arquitectónica revela la prosperidad que ganó gracias a las minas de plata y cobre que empezaron a explotarse a mediados del siglo XVI.
Se puede volver a Innsbruck en menos de una hora por la autopista E60, pero a medio camino, a la altura de Wiesing, conviene hacer un último desvío hacia los Alpes de Zillertal. Se trata de un amplio valle que se extiende hasta la frontera con Italia y que, a su vez, se divide en cuatro valles angostos: Tuxertal, Zemmtalgrung, Stilluppgrund y Zillergrund. Es difícil decidir cuál es más bonito. Surcados por torrentes que descienden entre bosques y laderas, en invierno se convierten en un paraíso del esquí. En la villa de Maryhofen, reconfortados por un tazón de sopa, los Alpes austriacos nos parecerán el mejor de los lugares para perderse en invierno.

MÁS INFORMACIÓN

Documento: DNI.
Idioma: alemán.
Moneda: euro.

Cómo llegar y moverse:
Innsbruck dispone de aeropuerto, pero lo mejor es volar a Múnich (Alemania) y viajar luego 1h 45min en tren o autocar. Si se opta por el coche, es obligatorio obtener el permiso de las autopistas. Las poblaciones del valle del Inn están conectadas por tren y autobús de línea. Con la Innsbruck Card el transporte público y los museos de Innsbruck y los alrededores son gratuitos.

Turismo de Innsbruck
Turismo de Austria

Fuente: https://www.nationalgeographic.com.es/

Imagen destacada: GÜNTER GRÄFENHAIN / FOTOTECA 9 X 12

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